Calígula

Debo de estar haciéndome joven, porque la verdad es que cada vez tengo menos tolerancia con algunas cosas. Por ejemplo, con el teatro que pretende aleccionarme. Si nunca me había acabado de convencer, de un tiempo a esta parte siento la necesidad física de huir de la sala en cuanto asoma la nariz, o de dar una cabezada. No hice ninguna de las dos cosas en Calígula, pero os juro que no fue por falta de ganas.

Y es que me cuesta creer que alguien (director o productor) pueda creer que es una buena idea programar un texto como Calígula a estas alturas del partido. Porque, no dudo de la calidad de Albert Camus ni de su importancia como figura histórica de la literatura (ni mucho menos), pero yo al teatro no acostumbro a ir a hacer los deberes de literatura, sino a dejarme emocionar, provocar o fascinar por una historia y un lenguaje. Y Calígula es exactamente lo contrario a eso.

El montaje de Gas y el texto de Camus solo persiguen un objetivo, dar lecciones de ética y moral aprovechando el púlpito que (algunos creen que) es el escenario de un teatro. En Calígula no se cuestiona nada, se sienta cátedra. Su discurso sobre la libertad suena tan antiguo y fuera de lugar como los pantalones de campana y la fascinación que puede generar el retrato de un psicópata como Calígula ha pasado a mejor vida desde que este tipo de perfiles protagonizan ficciones televisivas de todo tipo. Además, dramaturgo y director están tan ocupados señalando las pajas de los ojos ajenos, que ni siquiera notan la viga en el propio (sí, hablo de la profunda misoginia que destilan tanto el texto como el montaje, en el que las mujeres prácticamente brillan por su ausencia y, cuando aparecen, o son menospreciadas o son usadas como objetos, y ya).

La puesta en escena tampoco ayuda. Un escenario con una inclinación exagerada constituye una metáfora tan obvia como peligrosa para los actores, que se ven obligados a desplazarse con cuidado en todo momento, sin que esto aporte demasiado al conjunto. Porque para transmitir incomodidad no hace falta incomodar literalmente a los intérpretes (que para algo lo son).

Ni siquiera el momento de “desmelene” en que los protagonistas aparecen disfrazados de La Máscara, el Joker y David Bowie (a pesar de que Derqui se movía más bien como Mick Jagger) salvaba la tarde. Una presunta modernez o provocación metida con calzador en un montaje donde hasta la forma de recitar es más clásica que el color blanco del vestuario (que, en otra metáfora inesperada, pasa a negro a lo largo del montaje).

Por su parte Pablo Derqui salva los muebles con un papel de los que se le dan bien (siempre he pensado que Derqui es mejor malo que bueno), pero apuesta sobre seguro, sin estridencias y sin correr riesgos.

Calígula no es teatro clásico, es teatro antiguo. Para mí, resulta descorazonador que este tipo de montajes sigan llevándose los presupuestos más altos y la mayor atención mediática, cuando hay tantos montajes interesantes intentando abrirse paso. Como decía al principio, será que me estoy haciendo joven.

Calígula
Autor: Albert Camus. Traducción: Borja Sitjà. Dramaturgia y dirección: Mario Gas. Reparto: Pablo Derqui, Borja Espinosa, Mónica López, Bernat Quintana, David Vert, Pep Ferrer, Pep Molina, Anabel Moreno y Ricardo Moya. Escenografía: Paco Azorín. Iluminación: Quico Gutiérrez. Figurinista: Antonio Belart. Música original y espacio sonoro: Orestes Gas. Edición de imágenes y ayudante de escenografía: Alessandro Arcangeli. Ayudante de dirección: Montse Tixé. Ayudante de escenografía: Alessandro Arcangeli. Ayudante de vestuario: Maria Albadalejo. Dirección de producción: Amparo Martínez. Jefa de producción: Maite Pijuan. Producción ejecutiva: Marina Vilardell. Gerente compañía: Provi Morillas. Jefe de oficina técnica: Moi Cuenca. Regiduría: Anna Gas, Montse Tixé. Sastrería: Rosario Macias. Construcción escenografía: Taller d’escenografia Sant Cugat. Confección vestuario: Goretti Puente y Sastrería Cornejo. Jefes técnicos del teatro: Sergio Lobaco y Raúl Martínez. Técnico de sonido: Antonio Suraci. Prensa: Anna Casasayas y Clara M. Clavell. Marketing y comunicación: Publispec. Diseño gráfico: Santi&Kco. Una coproducción del Teatre Romea, Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Grec 2017 Festival de Barcelona
Sala: Teatre Romea. Fecha: 15-11-2017. Fotografía: (c) David Ruano.

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