Cuzco

Después de descubrir a la compañía Wichita en el Tantarantana la temporada pasada con Nosotros no nos mataremos con pistolas, este año no dudé un segundo en regresar al escenario del crimen para ver Cuzco, una nueva propuesta de la compañía, bastante distinta de la anterior.

En Cuzco asistimos al derrumbe final de una pareja que decide viajar a Cuzco (Perú) en mitad de una profunda crisis para intentar dar un giro a la situación. Pero (quién lo diría) irse a la otra punta del mundo con una persona que está dejando de gustarte, en lugar de solucionar las cosas, las empeora, y la pareja entra en una espiral autodestructiva. A partir de ahí, «la bronca infinita» y que engloba todos esos trabajos dedicados a presentarnos con crueldad pornográfica los estertores de relaciones que, normalmente, y atendiendo al texto, nunca deberían haber empezado.

Las broncas infinitas tienen sus cosas buenas y sus cosas malas, su único problema real es que acaban pareciéndose todas entre sí y que, como sucede con las parejas felices, las parejas que se odian acaban siendo sumamente tediosas.

En el caso de Cuzco, nos encontrábamos con un texto bien escrito, demasiado bien escrito (la complicación y la perfección de las frases hacía que costara mucho creer que los personajes pudieran hablar así de manera espontánea y, más aún, en el estado emocional en el que se encontraban) y dos personajes aburguesados y convencionales con los que no logré empatizar demasiado. Sobre todo porque el texto, ocupado como estaba con la batalla dialéctica, olvidaba constantemente dotarlos de cuerpo, proporcionarles algún tipo de entidad al margen del conflicto de pareja.

Lo que sí me fascinó de Cuzco fue la puesta en escena, sobre un escenario cubierto de un material ligero, que de lejos parecían plumas pero de cerca se convertía en papel, solo dos intérpretes y una luz cuidadísima nos transportaban a los escarpados y terroríficos territorios emotivos que atraviesan los personajes. También las interpretaciones de Silvia Valero y Bruno Tamarit me parecieron maravillosas, entregadas, potentes, dolorosas.

Cuzco es una pieza bien hecha, que elige un código y lo emplea con acierto, que es fiel a su género y lo lleva hasta sus últimas consecuencias. Un buen trabajo, a pesar de todo.

Cuzco
Compañía: Wichita Co. Autoría y dirección: Víctor Sánchez Rodríguez. Interpretación: Silvia Valero y Bruno Tamarit. Escenografía: Mireia Vila. Iluminación: Mingo Albir. Vestuario: Teresa Juan. Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo. Movimiento y ayudantía de dirección: Cristina Fernández Pintado. Construcción de escenografía: Los Reyes Del Mambo. Fotografías: Vicente A. Jiménez. Caracterización: Miguel Vidagaín. Distribución: A+ Soluciones Culturales.
Sala: Teatre Tantarantana. Fecha: 03/10/2019. Fotografía: (c) Teresa Juan.

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