Distancia siete minutos

Distancia siete minutos tiene un arranque francamente original. Una voz grabada, un escenario a oscuras y unas sombras que escriben sobre pizarras iluminadas por pequeñas linternas de mano. Es un momento crítico. Si no te enganchas a la historia en ese momento, puede que ya no te enganches. Pero, si lo consigues, el viaje valdrá la pena.

Distancia siete minutos nos presenta un retrato amargo de la incomunicación. Una incomunicación que el protagonista, un joven juez, vive por partida doble. Por un lado, en su trabajo, en el que escucha sin cesar conflictos que nacen de la falta de diálogo, empatía y comprensión. Por el otro, en la relación con su padre, una relación llena de silencios incómodos y conversaciones banales.

Sobre un escenario minimalista, en el que solo vemos un sofá y un par de pizarras capaces de convertirse en cualquier cosa, Diego Lorca da vida al joven juez mientras Pako Merino se convierte con solvencia en todos los personajes que se cruzan en su camino.

Aunque el ritmo del relato es un poco lento al principio (de ahí que sea vital engancharse en la escena inicial), no se puede negar que nos encontramos ante un texto emotivo que trata temas duros con delicadeza y la dosis justa de humor. Una historia sencilla e intimista acompañada de una bonita puesta en escena.

Unas interpretaciones correctas, a pesar de los problemas de dicción en el tramo final (cuando el tono emocional es más alto) completan un montaje que resulta, por encima de todo, diferente. Tanto por el tema que aborda como por la forma en que está interpretado. Una aportación interesante a la cartelera de Barcelona.

 

Distancia siete minutos – Autores, directores y reparto: Diego Lorca y Pako Merino (Titzina Teatre). Sala: La Villarroel. Fecha: 23/05/15. Fotografía: © Fernando Moleres.

 

 

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