El largo viaje del día hacia la noche

Creo firmemente que lo primero que debe plantearse una compañía, un director o un productor antes de lanzarse a montar un espectáculo es su vigencia. Si el texto es de creación, ésta se da por supuesta (aunque todo puede ocurrir) y se entra en otras consideraciones, pero si el texto forma parte del canon, la cuestión es ineludible. Cuando estás en la posición de elegir cualquier texto, ¿por qué elegir uno que ha envejecido mal?

Y eso me estuve preguntando yo durante gran parte de la representación de El largo viaje del día hacia la noche. ¿Qué tenía ese texto para que valiera la pena ponerlo en pie? Y no me vale lo del premio Pulitzer de 1957 que le dieron de manera póstuma, casi treinta años después de su anterior Pulitzer y después de que el autor hubiera ganado el Nobel. Además, todos sabemos cómo va esto de los premios. Y, en cualquier caso, lo que cuestiono no es la calidad ni la valía del texto sino su vigencia. Lo que nos puede aportar a nosotros, espectadores de 2015. Y, en mi caso, lamento decir que la historia no me aportó gran cosa.

Relatos e historias sobre la adicción y sus consecuencias se han escrito muchos, muchísimos, unos más crudos que otros, con mayor o menor grado de realismo o de intención. El largo viaje del día hacia la noche es uno de esos relatos y, en mi opinión, deja bastante que desear. Con un ritmo lento y una estructura francamente antigua (el espectador se pasa toda la primera parte teniendo que soportar que los personajes en escena hablen de algo que todos conocen menos el que mira. Una forma antigua, facilona y molesta de crear intriga) conoceremos a una familia más o menos desestructurada, con dramas burgueses y en la que todos los miembros, en mayor o menor medida, están enganchados a alguna substancia, ya sea whisky o morfina. Y poco más, sin más acción ni un clímax claro que nos lleve a la catarsis, a partir de la media parte sólo asistiremos al inevitable naufragio de unos personajes con menos calado del que pretenden.

En cuanto a la puesta en escena, poco que decir. La inclinación del escenario me pareció una metáfora demasiado obvia y las interpretaciones me parecieron, en general, frías, impostadas. Excepto Mario Gas y Vicky Peña, que se dejan la piel en el escenario y consiguen hacer brillar algunas escenas, el conjunto me pareció bastante flojo.

No tengo nada en contra de los textos clásicos, al contrario, pero sí en contra de los textos que no han soportado el paso del tiempo. Los clásicos no solo son clásicos por acumular años, sino porque aún tienen cosas que aportarnos. Y, mucho me temo, este no es el caso.

El largo viaje del día hacia la noche
Autor: Eugene O’Neill. Adaptación: Borja Ortiz de Gondra. Dirección: Juan José Afonso. Reparto: Mario Gas, Vicky Peña, Alberto Iglesias, Juan Díaz y María Miguel. Escenografía y vestuario: Elisa Sanz. Iluminación: Juan Gómez Cornejo Sánchez (A.A.I). Vídeo: Eduardo Moreno. Ayudante de dirección: Laura Ortega. Distribución: Iraya Producciones. Producción: Teatros Grup Marquina.
Sala: Teatre Romea. Fecha: 22/10/2015. Fotografía: (c) Paco Navarro.

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