Os voy a ser sincera, no pensaba ir a ver este espectáculo. No por el tema. Lorca me fascina. Hace muchos años, tuve el privilegio de participar en la edición de una de sus biografías, y aquella oportunidad me permitió descubrir al poeta, al hombre y al personaje de una manera que me impactó. Pero, en cambio, el flamenco no es un arte que me llegue. Así que pensé que no valía la pena.
Pero la vida, que es juguetona, me puso a prueba y, la semana pasada, Màxim Castillo me propuso participar en el postfunción de este espectáculo para su programa Soroll (algo que he hecho varias veces este año, si queréis escucharme, encontraréis los enlaces aquí). Decidí dejarme llevar y salir de mi zona de confort. Y acerté de pleno.
Pep Tosar (que también dirige y actúa) y Evelyn Arévalo han hecho una auténtica pieza de orfebreria con la dramaturgia de este espectáculo. Un espectáculo que mezcla distintas voces, distintos medios y distintos puntos de vista para conseguir un retrato totalmente poliédrico del poeta andaluz. Un retrato que va un paso más allá y llega a convertirse en encarnación. Durante una hora y media, la magia funciona y Lorca regresa al mundo de los vivos.
El montaje combina las palabras del propio poeta, com una gran presencia de su prosa y dichas con acierto por Pep Tosar; con las palabras de personas que le conocieron, Dalí, Buñuel y otros, también con la voz de Tosar; y las palabras de los expertos que lo estudian y de su sobrina (una anciana realmente entrañable), grabados en un tren en forma de documental que vemos por capítulos a lo largo de todo el espectáculo y que narra la biografía de Lorca en orden cronológico; a esto, añade aquella otra parte que no se puede pronunciar, que solo se puede transmitir de forma emotiva, de la mano de la cantante Mariola Membrives y el bailarín José Maldonado (ambos acompañados de la guitarra de Rycardo Moreno y la percusión de David Dominguez).
Una gasa en la boca del escenario sirve para proyectarlo todo, desde el documental hasta las imágenes de lugares importantes de la biografía de Lorca o una grabación de La Barraca. Esta “pantalla” también sirve para velar a los intérpretes, que trabajan siempre detrás de la gasa, y convertirlos en figuras de ensueño, casi en fantasmas.
El resultado es un cóctel equilibrado y precioso de palabra y sentimiento, de mente y alma, de historia y relato, que culmina, como no podía ser de otra manera, con el fatídico viaje en tren a Granada, donde Lorca encontrará la muerte. Un espectáculo tan amargo como luminoso, tan emotivo como informativo. Tal vez el mejor homenaje que se podía hacer a Lorca. Un acierto total.