Hamlet

Cuando el año pasado se estrenó este montaje de Hamlet en la Sala Atrium, tenía la agenda tan llena que decidí pasar. Pensé que tanto daba ver un Hamlet más o menos (sobre todo cuando me he leído varias veces el texto y he visto versiones buenísimas). Sin embargo, me empezaron a llegar muy buenos comentarios sobre este montaje y, al final, me lamenté de no haber ido. Por eso decidí comprar entradas este año. Que acabara viendo el espectáculo en castellano fue pura casualidad. Mi disponibilidad coincidía con los días en que la representación se ha hecho en la lengua de Cervantes (en las fechas navideñas se representó en catalán).

Y lo cierto es que no sé si esperaba demasiado (dado los comentarios entusiastas que había oído) o sencillamente que mis gustos no coinciden con los de la mayoría, pero el caso es que a mí este Hamlet no solo no consiguió emocionarme sino que creo que tenía algunos errores graves de planteamiento. Para empezar, la visible descompensación en las edades del reparto me impidió creerme algunas escenas. He dicho descompensaciones cuando, en realidad, debería haber hablado en singular. El hecho de que Hamlet estuviera interpretado por el actor más mayor del reparto hacía que las escenas maternales resultaran extrañamente edípicas y que las escenas con los amigos parecieran paternofiliales. Mi capacidad para suspender la incredulidad es bastante ágil, pero que los padres de Hamlet tengan diez años menos que su hijo es algo que resulta, en el mejor de los casos, confuso. Y no por incapacidad de los actores (que, muy al contrario, se dejaron la piel en cada escena).

Otro problema del montaje, en mi opinión, radica en la versión. Es totalmente viable (y se ha hecho) recortar Hamlet sin eliminar la subtrama de la guerra. De hecho, creo que esa subtrama es vital para dotar de sentido a la obra. Sin la guerra entre Dinamarca y Noruega, la pataleta de Hamlet no pasa de enagenación sangrienta que acaba con la vida de mucha gente. Sin embargo, la subtrama de la guerra muestra la total despreocupación del príncipe por su país y por su pueblo, y nos regala esa escena final en la que, una vez consumada la venganza, descubrimos que toda esa historia quedará reducida a una nota a pie de página de la conquista de Dinamarca. En la versión sin Fortimbrás, Hamlet gana, ya que a él le da igual morir mientras consiga consumar su venganza, que es exactamente lo que ocurre.

Un espacio escénico original y una utilización un tanto errática del vídeo (que desaparece a medida que avanza la función) completan un Hamlet con una estética trabajada pero un resultado frío, distante. Una nueva revisión del clásico entre los clásicos que, en mi opinión, aporta poco a la historia.

Hamlet
Autor: William Shakespeare. Traducción: A partir de Moratín. Dramaturgia y dirección: Marc Chornet y Raimon Molins. Ayudante de dirección: Neus Pàmies. Reparto: Alba José, Marc Rius, Xavier Torra, Queralt Casasayas, Jordi Llordella y Raimon Molins. Voz en off: Lluís Marco. Escenografía: Marc Chornet y Raimon Molins. Vestuario: Gloria Viguer. Diseño de luces: Justo Gallego. Audiovisuales: Marc Chornet. Espacio sonoro: Raimon Molins. Asesoramiento de movimiento: Maria Saladrich. Fotografía del cartel: Andrea Torres. Técnico del teatro: Xavier Albart.
Sala: Sala Atrium. Fecha: 16/01/2016. Fotografia: (c) Mercè Rubia (Teatre Barcelona).

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