“Teatro experimental” es un sintagma que puede llegar a dar miedo. A mí me lo da. Supongo que porque, a menudo, se usa a la ligera para definir cosas que de experimental tienen poco. Sin embargo, soy de las que piensa que no hay que juzgar un libro por su cubierta, así que cuando recibí un correo de la Compañía Laboratorio invitándome a descubrir su versión de Hamlet decidí aceptar y dejar mis prejuicios en casa.
Y debo reconocer que lo que viví en su sala no solo me sorprendió sino que también me emocionó. Hamletología es la 16ª aproximación de Jessica Walker (su creadora) al inmortal personaje creado por William Shakespeare, y eso se nota. Hamletología no utiliza el texto original, pero sí explora todos los temas principales de la obra. Los personajes de Hamletología se plantean preguntas sobre la naturaleza humana e intentan encontrar la respuesta en sí mismos y en los personajes de Shakespeare, mientras vagan por un escenario muy evocador.
Y es que el mejor hallazgo de Hamletología es, sin duda, su puesta en escena. Una puesta en escena simbólica y muy sensorial donde no solo vemos sino que oímos, olemos y casi tocamos la acción. Papeles de periódico arrugados cubren toda la superficie de la escena, que se desarrolla en un espacio diáfano y muy grande salpicado de columnas. Un lugar crudo e industrial que se transforma en un entorno acogedor gracias a las luces cálidas, el sonido del piano en directo, la música épica, el incienso o el sonido del agua. Y en primera fila, Jessica Walker dirigiendo en directo las escenas como una directora de orquesta, dando pequeñas indicaciones con las manos y con la voz, haciéndonos comprender que lo que está ocurriendo está vivo y crece a cada momento.
Los habitantes de ese espacio casi onírico es un elenco de 8 actores que me desarmó por la honestidad y la entrega de su trabajo. Un trabajo muy físico, cargado de verdad, en el que todos se desnudan (algunos de forma más literal que otros) y todos están presentes en todo momento. Durante más de dos horas (que a mí me pasaron como un suspiro) transitan distintos tipos de escenas que van desde las más dramáticas, a la comedia pura, pasando por la danza sin perder en ningún momento el ritmo ni el pulso de sus personajes.
Hamletología tiene mucho de metateatro, un gran sentido del humor y una enorme voluntad de experimentar sin dejar a nadie fuera. La visión del teatro de esta compañía es claramente mística, para ellos, el teatro es liturgia, una liturgia inclusiva de la que quieren hacer partícipes a su público, y tengo que decir que lo consiguen. Su espectáculo está lleno de sensaciones e imágenes bellísimas, y de momentos en los que es inevitable soltar una carcajada. Todo un regalo.
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