Jauría

Prometí que intentaría recuperar un poco el ritmo del blog, pero la realidad tenía otros planes. No es por la pandemia (hay vida más allá) pero el caso es que últimamente no estoy yendo al teatro y no preveo ir mucho en los meses que vienen. ¿Hasta cuándo? Pues ni idea. Ya veremos, no depende de mí.

Sin embargo hay cosas que sabes que tienes que ver sí o sí y Jauría era una de ellas.

Estrenada en marzo de 2019 en El Pavón – Teatro Kamikaze de Madrid (que cerró sus puertas definitivamente ayer, 30 de enero de 2021), Jauría despertó curiosidad y cierta desconfianza en su presentación, debido al tema que trataba: la violación en grupo perpetrada el 7 de julio de 2016 en Pamplona, que pasó a ser conocida por el nombre del chat donde los violadores se comunicaban y alardeaban de sus «gestas»: La Manada.

Y digo que despertó desconfianza porque no pocas personas, entre las que me incluyo, por qué negarlo, teníamos reservas sobre subir al escenario una historia personal, la de la superviviente, que ya había sido exagerada, innecesaria e ilegalmente expuesta por los medios de comunicación y grupos de ‘incels’ varios antes, durante y después del juicio. Sin embargo, Jauría huye de cualquier morbo o especulación. El montaje no es la historia de esa mujer, sino un relato, en ocasiones de terror, sobre las carencias del sistema judicial de nuestro país, las terribles ideas que defiende el patriarcado sobre la sexualidad femenina, la realidad de lo que significa participar en una fiesta de cualquier tipo si eres una mujer sola, la perversión del relato frío de «los hechos» y la supuesta imparcialidad o ecuanimidad de un tribunal que, por su propia naturaleza (hombres de una determinada edad), nunca han sufrido en sus carnes la sensación de intimidación que pueden llegar a provocar los hombres cuando van en grupo.

Jordi Casanovas recurre una vez a un género que domina: el teatro documental basado en transcripciones de un juicio. No es un terreno nuevo para él, ya lo vimos trabajar así (y lo disfrutamos) en Port Arthur o Ruz-Bárcenas. Así, Casanovas recorta y reordena las páginas y páginas de transcripciones del juicio para elaborar una dramaturgia que destila el contenido sin añadir absolutamente nada y eliminando al mismo tiempo lo superfluo y reiterativo hasta dejarlo en los huesos.

La puesta en escena, firmada por Miguel del Arco (Antígona) recoge esa sobriedad del texto y la explota. Con solo 5 sillas y un habitáculo elevado con las mismas dimensiones (tres metros cuadrados) del infame portal donde tuvo lugar la agresión, consigue recrear el ambiente del juicio y del relato gracias a un reparto sublime que se entrega a sus interpretaciones desde el minuto uno. Ellos, Franky García, Álex García, Ignacio Mateos, Martiño Rivas y Raúl Prieto, interpretan a los agresores y también a los abogados defensores y jueces de los distintos tribunales (el del primer juicio y los de apelación hasta llegar al Supremo). Ella, María Hervás, interpreta a la superviviente y a la fiscal del primer juicio. Ellos revuelven el estómago en no pocas réplicas, con esa convicción de que en este caso las víctimas son ellos, esa actitud de no entender nada, de sentirse indefensos, de defender su inocencia como si nada de lo sucedido fuera con ellos. Hielan la sangre también algunas preguntas de los abogados pero, sobre todo, pequeños detalles de dirección relacionados con su movimiento escénico, la forma en que rodean a menudo a Hervás, el detalle de ofrecerle siempre clínex cuando a ella se le quiebra la voz, esa forma de mirarla desde arriba con la dosis justa de desprecio. El trabajo de los cinco intérpretes, que en ocasiones remite al de un coro griego, es sencillamente impecable.

Pero luego está María Hervás. Podría llenar 50 páginas fundiéndome en elogios hacia esta actriz y no empezaría a rozar la superficie de la grandeza de su trabajo. Los que me leéis habitualmente sabéis que no soy persona de regalar elogios y mucho menos de exagerar, pero lo que vi el otro día sobre el escenario me dejó muda. Es extremadamente complicado transmitir vulnerabilidad sin parecer frágil, mostrar fortaleza y resolución con la voz entrecortada por las lágrimas, encarnar la ambivalencia y la contradicción de quien se sabe víctima pero, al mismo tiempo, se siente culpable porque en nuestra sociedad nos han enseñado que, si nos violan, seguramente será por culpa nuestra, porque deberíamos haber pensado que el mundo es hostil y los hombres peligrosos, pero, al mismo tiempo, nos trata de locas histéricas paranoicas si tomamos precauciones. La valentía y el desamparo de la superviviente encuentran en el trabajo de Hervás un continente idóneo que nos muestra su historia sin dogmatismo y sin dramas pero con toda su crudeza.

No entiendo, no logro entender, que Jauría no haya hecho temporada en un teatro público de Barcelona. No se me ocurre ningún motivo válido o razonable para privar al público barcelonés de un montaje eminentemente político, comprometido, socialmente necesario y de una calidad indiscutible desde todos los puntos de vista. Algún día sabremos (espero) cuál fue el pecado original de Jauría para que solo se haya visto en 4 ocasiones contadas en Cataluña en teatros concretos de fuera de la capital que han apostado por su cuenta por contratar un bolo.

Por lo demás, espero que Jauría se siga representando a lo largo y ancho de nuestro país pero también fuera de él, que se convierta en un texto leído y estudiado como pieza teatral pero también como retrato periodístico-documental de una realidad que, me temo, no es exclusiva de nuestro país. Teatro que habla del aquí y ahora. El arte que explica la vida. Noventa minutos que, al menos a mí, me metieron el frío en los huesos. Por suerte, la ovación final de toda la platea y el abrazo de los intérpretes ayudaron a calmarlo.

Jauría
Autor: Jordi Casanovas. Dirección: Miguel del Arco. Intérpretes: Franky Martín, Álex García, María Hervás, Ignacio Mateos, Martiño Rivas y Raúl Prieto. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Diseño de sonido: Sandra Vicente_Studio 340. Escenografía i vestuario: Alessio Meloni. Dirección de producción: Aitor Tejada y Jordi Buxó. Producción ejecutiva: Pablo Ramos Escola. Música: Arnau Vilà. Fotografia: Vanessa Rábade. Disseny gràfic: Patricia Portela. Comunicació: Pablo Giraldo. Ajudant de direcció: Xus de la Cruz. Agraïments: Isabel Valdés, Rita Deiana. Una producció de Kamikaze Producciones
Sala: Atrium Viladecans. Fecha: 29/01/21. Fotografía: Vanesa Rábade.

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2 Comments

  1. M.R. 31/01/2021 at 13:43

    Álex García no hi era pas a Badalona.

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    1. Gema Moraleda 31/01/2021 at 16:29

      Hola, la informació sobre el repartiment és la que va distribuir la companyia i la que figura al web d’informació de la productora.

      Reply

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