Mi padre no era un famoso escritor ruso

Estoy convencida de que todas las familias ocultan secretos. La mayoría de las veces no se trata de grandes conspiraciones ni de historias escabrosas. Solo información que no se comparte con las siguientes generaciones para ahorrarles el disgusto o la incomodidad. Familiares díscolos, episodios vergonzosos, orígenes inciertos, estoy segura de que todos desconocemos uno o dos detalles de nuestro árbol genealógico que sí conocen nuestros padres o abuelos. Se tiende a pensar que “ojos que no ven, corazón que no siente”, hasta que se rasga el velo.

Y esto es lo que le sucedió a Bárbara Fournier el día que descubrió por casualidad que la persona a la que llamaba abuela no era su abuela biológica, sino la segunda esposa de su abuelo, y que su abuela biológica había muerto en una institución mental. A partir de este descubrimiento, Fournier emprende un viaje que será primero de investigación y luego de transformación para intentar reconstruir la historia de su abuela y, después, entender lo que significaba (y lo que sigue significando) tener algún tipo de trastorno mental.

Y todo este proceso lo explica en forma de monólogo en Mi padre no era un famoso escritor ruso. Estamos ante una pieza de teatro documental autobiográfico en el que la protagonista es narradora, sujeto, objeto y agente de la historia. Sobre un espacio blanco y aséptico, Bárbara Fournier va abriendo sillas plegables de madera para mostrarnos los espacios que recorre. Su único apoyo en este extenso y detallado monólogo son algunas proyecciones de textos, tres documentos oficiales y unos picaportes antiguos. En un espacio desamparado, que va llenándose poco a poco de vida, la presencia de Fournier es firme y decidida, seria, sobria y castellana hasta la médula.

El resultado es una reflexión polifacética y matizada sobre diversos temas, entre ellos, la identidad personal y la historia familiar, la situación de la mujer durante las primeras décadas de la dictadura franquista, el trato que se dispensaba a los enfermos mentales entonces y el que se les dispensa ahora tanto desde un punto de vista médico como social o las dificultades burocráticas para acceder a datos de nuestra propia historia familiar. El tono es ágil, didáctico, ameno, sobrio y algo hipnótico, la forma de hablar de Fournier, lejos de la pulcritud, tiene algo frágil que la hace tan imperfecta como interesante; su historia es dura pero no busca tanto la empatía con su sufrimiento como transmitir el mensaje de inclusión y diversidad que ella ha descubierto mediante su experiencia.

Pudimos disfrutar de Mi padre no era un famoso escritor ruso en el contexto de la séptima edición del Festival Salmon de Barcelona, ojalá alguna sala recupere este montaje en temporada.

Mi padre no era un famoso escritor ruso. Un documental escénico.
Creación, dirección e interpretación: Bárbara Bañuelos (Fournier). Ayudantía de producción: Javier Espada. Diseño de iluminación: David Picazo. Técnico: Javier Espada. Coproducción: Festival SÂLMON< 2019, Festival BAD 2018. Residencias de creación-investigación: La Casa Encendida-CA2M, Graner, Sala Baratza i Espacio Azala. En colaboración con: Radio Nikosia, Sant Pere Claver-Fundació Sanitària (Centre de Dia i Consulta Jove) y Pla de Barris de la Marina.
Sala: Mercat de les Flors. Sala Pina Bausch. Data: 08/02/2019.

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