Rouge. Fantastic love.

Al salir del estreno de Rouge. Fantastic love pensé que podría haberme gustado. De hecho, si lo pienso detenidamente, con un poco de esfuerzo por mi parte, podría haber disfrutado de un musical cuyo único objetivo, y eso es evidente, es entretener.

Y es que para disfrutar de Rouge basta con seguir algunas premisas sencillas. La primera, agarrar las gafas lilas (esas que muchas nos ponemos para analizar cómo se abordan los temas de género sobre el escenario) y lanzarlas al mar. Rouge no se plantea ni por un segundo que las mujeres sean algo más que cosas bonitas que pasear sobre el escenario con poca ropa para hacer gala de la belleza de sus cuerpos y su falta de ingenio. Los únicos personajes con frase son los que interpretan hombres (excepto Gisela, solo faltaría), y utilizan muchas de ellas, demasiadas, para hablar sobre la belleza de las mujeres o sobre su propiedad, mientras ellas, sencillamente, se dejan exhibir como trofeos.

Otro requisito para disfrutar de Rouge es pasar olímpicamente de la dramaturgia. Al fin y al cabo, la historia la conocemos antes de entrar (efectivamente, es el argumento de Moulin Rouge con el pequeño cambio de que el poeta enamorado es aquí un anarquista), así que podemos, como hacen los autores y el director de la obra, desentendernos de ella. No veremos en las dos horas justitas que dura Rouge (la brevedad se agradece) progresión dramática ni complicaciones estilísticas, las emociones entran por corte: ahora te quiero, ahora no, ahora sí, ahora no. Y ya.

El último requisito para disfrutar de Rouge es no pedir peras al olmo. Gisela es preciosa, canta de maravilla y se defiende sorprendentemente bien bailando, no le pidamos que, además, sea buena actriz. Suficiente hace cambiando de vestido cada dos minutos, vestidos, por cierto, a cuál más apretado (¿de verdad es necesario apretarla tanto?). De hecho, el único que aguanta el tipo en el plano interpretativo es Toni Viñals, pero sospecho que el mérito es únicamente suyo, ya que ni el texto ni la puesta en escena le echan una mano. Está claro que, en este caso, la experiencia es un grado. De la escena de Piano Man con Naïm Thomas al piano, bailarina de puntas sobre él y dos mujeres al fondo haciendo pole dancing mejor ni hablo.

Además, y esto ya es un extra, si disfrutas con los chistes de vedete del Molino de la época de la Transición, tendrás mucho ganado, ya que son más o menos los que lanza el Maestro de Ceremonias (y no, me temo que un hombre tire los trastos y meta mano a hombres del público para provocar no es ni gracioso ni provocador).

En resumen, Rouge. Fantastic love es un espectáculo de lentejuelas, luz y color lleno de temazos conocidos, buenas coreografías y un vestuario espectacular, lástima que todo esto esté al servicio de una dramaturgia inexistente, un humor casposo y una dirección errática, que huye de la sutileza y la sofisticación como del agua hirviendo. Eso sí, a pesar de todo esto, estoy convencida de que tiene su público. Y Reguant lo sabe.

 

Rouge. Fantastic love.

Dirección: Ricard Reguant. Libreto: Ricard Reguant y Octavi Egea. Dirección musical: Pep Sala. Coreografía: Ana Eva Cruellas. Adaptación de la letra de las canciones: Xènia Reguant. Diseño de iluminación: Marc Lleixà. Diseño de sonido: Toni Castaño “Nyanyo”. Diseño de escenografía: Cajanegra TAM. Diseño de audiovisuales: Pol Turrents (AEC). Caracterización: Eva Casanovas. Producción: Ethika Global Entertainment. Productores ejecutivos: Manuel Noguerón y Josep Domingo. Productor delegado: Joan Miquel Sánchez-Arrufat. Jefes de producción: Eulàlia Batlle y Joan Lladó. Jefe de administración: Víctor Barbero. Ayudante de administración: Carla Sanmartin. Ayudante de dirección: Cata Munar. Ayudante de dirección musical: Joan Antonell. Ayudante en la parte coral: Ferran González. Profesora de pole dance: Chiqui Martí. Ayudante de iluminación: Georgina Oliva. Ayudante de caracterización: Enric Serra. Efectos de sonido y sintonías grabados en Indi Studios. Ingeniero de sonido de grabación: Joan Antonell. Taller de construcción de escenografía: Sanit Archs (PORFIN Decorados). Taller téxtil: Pilar Albaladejo (Pro-escena). Construcción de piano: Alejandro Sartorius. Equipo del taller de vestuario femenino: Amparo San Martín, Ariadno Pardo, Doris Méndez, Maria Jurado, Mariangeles Amado, Rosa Molist y Saide Bel Hadj. Gestión: Mónica Laón. Confección de los abanicos de plumas: Victor Guerrero. Taller de confección del vestuario masculino: Época Barcelona. Zapatos de danza: Cabriolé Dansa. Préstamo de sombreros: CTN. Efectos de vídeo 3D: Adolfo Jímenez (Neorender). Equipo de sonido e iluminación: Dream Planet Events. Jefe técnico: Adrià Rico. Operador de sonido: Cesc Mojica. Operador de iluminación: Javier Martos. Microfonista: Joan Ollé. Maquinistas: Daniel Alonso y Roger Guinot. Regiduría y utilería: Gemma Navarro y Elisenda Rodríguez. Sastra: Aitziber Sanz. Director adjunto del Teatro Apolo: Daniel Virgili. Jefe de sala y atención al público: Eduard Pascual. Administración del Teatro Apolo: Cristina Velasco, Ona Molas, Ivette Callis, Laura Font, Marc Santamaria, Valentina Scapusio e Irene Serrano. Directora de comunicación y relaciones públicas: Carmen Vicente. Directora de marketing: Marta Domingo. Adjunta a comunicación y marketing: Sonia Fusté. Agencia de relaciones públicas: ATREVIA. Agencia de medios: Roldós. Imagen y diseño: Pol Turrents. Fotografía: Núria Aguadé. Actores: Gisela, Toni Viñals, Javier Enguix, Ferran Castells, Naïm Thomas, Ferran González y Fedor de Pablos. Coro: Vanesa García, Marta Arteta, Claudia Silva, Vanessa Brito, Tamia Déniz, Belén Marcos, Graciela Monterde, Lorena Santiago, Elena Rueda y Marta Torres. Covers: Benjamí Conesa y Joan Codina. Acordeón y sintetizadores: Giuseppe Costa. Piano y sintetizadores: Ramón Altimir. Guitarra eléctrica y guitarra española: Marc Cros. Batería: Micky Izquierdo. Bajo: Jordi Espigulé.

Sala: Teatre Apolo. Data: 15/01/2018. Fotografia: (c) Núria Aguadé.

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