La tristeza de los ogros

Acudo al Teatre Lliure intrigada por lo que parece una propuesta destinada al público joven. Un texto belga que viene avalado por reconocimiento internacional y que ha sido adaptado para su estreno en nuestro país.

El relato se basa en la historia de dos adolescentes que deben dar el paso a la vida adulta. No son dos adolescentes cualquiera. Ella es la niña austriaca que pasó 8 años en un sótano secuestrada por un maníaco (aunque su historia acaba convertida en el sueño de una adolescente suicida en coma). Él, un chico alemán que acabó perpetrando una matanza en un instituto. Dos adolescentes que, por motivos muy distintos, no logran integrarse en la vida adulta.

El peso de la historia lo lleva una niña, trasunto de la niñez rota, un personaje que habla con voz distorsionada e infantil y lleva un vestido blanco, como de novia, manchado de sangre. Su rostro, desfigurado también por la sangre y las heridas, resulta amenazador desde el momento mismo en que entramos en la sala mientras ella se pasea de punta a punta narrando repetitivamente el cuento del rey que se comió a sus hijos y se convirtió en ogro.

Mientras la niña pasea por el escenario, los adolescentes se esconden detrás de vidrios, como animales del zoo, y nos muestran su vida mediante cámaras, cuya imagen se proyecta en la pared. Una puesta en escena que, lejos de resultar novedosa, me pareció algo anticuada.

Sin embargo, el problema del montaje no es su puesta en escena, sino un texto errático, fragmentado y disperso, que intenta juntar una gran cantidad de ideas sobre la niñez, la adolescencia, el trauma, el abandono, la incapacidad para encajar, el miedo, la soledad y, en general, la naturaleza humana, sin ofrecer un auténtico hilo conductor, una tesis ni un final. El autor parece extremadamente fascinado por la violencia y el voyerismo (algo que acentúa la adaptación al poner sobre la mesa, algo traído por los pelos, el encarnizamiento mediático perpetrado con el caso de las niñas de Alcàsser), pero no parece alcanzar ninguna conclusión.

El resultado es un montaje extraño, monótono, errático y aburrido por momentos, que parece dar vueltas sobre sí mismo en espiral descendente hasta que se agota la mecha. Solo el trabajo de sus tres intérpretes logra aportar algo de concreción a un montaje que se pierde en el terreno de lo abstracto.

 

La tristeza de los ogros

Texto y dirección: Fabrice Murgia. Adaptación: Borja Ortiz de Gondra. Premio del Público y Premio Télérama del Festival Impatience 2010 – Odéon-Théàtre de l’Europe. Intérpretes: Olivia Delcán, Andrea de San Juan y Nacho Sánchez. Escenografía: Françoise Léfèbvre. Vestuario: Marie-Hélène Balau. Iluminación: Manu Savini. Vídeo: Jean François Ravagnan. Sonido: Maxime Glaude. Ayudante de dirección: Diego Garrido y Ana Rodríguez. Jefe técnico: Giacinto Caponio y Joan Lavandeira. Producción ejecutiva: Nadia Corral. Coproducción: Teatre Lliure, Théâtre National de Wallonie-Bruxelles y Teatros del Canal / ARTARA. A partir de la producción original del Théâtre National en coproducción con el Festival de Liège y Théâtre & Publics. Le chagrin des ogres ha sido publicado por Éditions Hayez en la colección “Hayez et Lansman”.

Sala: Teatre Lliure de Gràcia. Fecha: 17/02/2018. Fotografía: (c) Luz Soria.

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