Trópico de Covadonga

Hace muchos años que me planteo qué es el arte y, a pesar de los pesares, sigo sin poder encontrar una definición que me satisfaga del todo. Así que, desde hace un tiempo, prefiero observar a los artistas. Por algún motivo, creo que si logro comprender el impulso creativo, la motivación que lleva a alguien a crear, entonces habré entendido el arte. Ya, ya sé que a veces me vengo arriba, pero cada uno perdemos el tiempo como nos da la gana.

Y últimamente he observado algo que me parece reseñable. Muchos de los artistas que más me interesan son los que se basan en sus propios gustos y obsesiones, aquellos cuyo impulso creativo surge de su propia fascinación por algo, que puede ser una idea, un gesto, un material, una palabra, un objeto, una frase, una broma, una actividad, un color… (las posibilidades son infinitas, como lo es la curiosidad humana). Lo que tienen en común es que son personas que sienten la necesidad imperiosa de perseguir sus intereses hasta el final y, después, de compartirlos para que más gente pueda experimentar su placer. Personas que saben transmitir qué ven ellos de extraordinario en su obsesión. Rodrigo Cuevas pertenece a este tipo de gente. Su obsesión: el folklore, especialmente el asturiano.

Como tantos otros, descubrí a Rodrigo Cuevas hace dos años en FiraTàrrega, así que cuando vi que regresaba al lugar del crimen me aseguré (como tantos otros) de no faltar a la cita. Por el camino, intentaba reclutar nuevos acólitos, y ahí es cuando me di cuenta de lo extraño que sonaba decirle a alguien que viniera a ver un «cabaret petardo/concierto de música tradicional mezclada con música electrónica cuyo protagonista lleva zuecos». Creo que todos los que nos hemos enfrentado a explicar quién es y qué hace Cuevas hemos recibido, en general, las mismas miradas de incredulidad. Pero es que Rodrigo Cuevas es tan único como indefinible y, al final, lo único que puedes hacer es arrastrar a la gente a sus conciertos y ver cómo caen a los pies del artista en el minuto uno de espectáculo.

La magia volvió a suceder este año en FiraTàrrega. Eso sí, a diferencia de la primera vez, cuando Rodrigo apareció en solitario, este año venía acompañado de cuatro músicos excelentes que elevaron aún un poco más, si es que eso era posible, la calidad de su actuación. La fórmula de Trópico de Covadonga (o Meridiano de Maricones, título alternativo propuesto por el propio Cuevas durante el espectáculo) no se aleja demasiado de su anterior El mundo por montera: historias asturianas (imposible olvidar el homenaje a Rambal, el travesti de Cimavilla, cuyo asesinato en abril de 1976 sigue sin resolver), música tradicional con toques de electrónica, picardía, petardismo, sensualidad, orgullo y, sobre todo, Rodrigo Cuevas, él, su magnetismo, su carisma, su gracia, su ego, su humildad, ese cóctel explosivo que crea adicción cuando lo pruebas.

Consciente de que, a pesar de no estar en Asturias, jugaba en casa, Cuevas se entregó desde el primer momento y nos ofreció un repaso del que será su disco (producido por Refree) con intervenciones en una deliciosa poliglotía ibérica que mezclaba castellano, asturiano, catalán e incluso algo de gallego, demostrando que, como tantas otras cosas, quien quiere, puede.

Yo, que soy más urbanita que las farolas y que el folklore musical me interesa lo justo, siempre acabo saltando y gritando en las actuaciones de Rodrigo Cuevas, loca de contenta, cargada de euforia, de emoción, conectada con algo que a menudo dudo que exista y, en resumen, empapada de su arte, de su obsesión, que él tan bien sabe transmitir. 

Quizá nunca pueda definir el arte, pero sé muy bien cuando me atropella.

Trópico de Covadonga
Producción, dirección e interpretación: Rodrigo Cuevas. Diseño de escenografía y vestuario: Constantino Menéndez (Made by Kös). Coreografía: Dana Raz. Diseño de iluminación: Txus Plágaro. Sonido: Jorge Irazábal. Producción, management y contratación: El Cohete Internacional. Gráfica: Studio Llunik. Producción técnica y ejecutiva: El Cohete Internacional y Rodrigo Cuevas. Proyecto en residencia en Laboral Ciudad de la Cultura de Gijón.
Espacio: Col·legi Sant Josep. Tàrrega. Fecha: 07/09/2019.

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