La ciencia ficción no es un género que se explore a menudo en el teatro, pero si hablamos de musicales, la cosa se reduce a mínimos (aunque haberlos, como suele decirse, haylos). Pero eso no impidió a Toni Luque (productor y alma mater de este proyecto, al que ha dedicado el importe de una herencia) sacar adelante su idea para Invisible, un musical de creación que explora la posibilidad de borrar recuerdos.
Aunque la premisa pueda recordarnos a la película de Michel Gondry ¡Olvídate de mí!, lo cierto es que ambas historias no guardan parecido. Si Gondry exploraba el olvido como forma de superar un fracaso amoroso, Invisible habla del olvido como posibilidad de reinvención, de borrar el pasado para construir un futuro nuevo y distinto. Pero claro, como todos sabemos, las cosas no suelen resultar tan sencillas.
Con solo tres intérpretes, Invisible narra la historia de dos personajes ingresados en una clínica donde van a olvidar un pasado que los hace infelices. Con la ayuda de unas pastillas y mucha psicoterapia, ella, una cantante de gran éxito, y él, un joven millonario y atormentado, se hacen amigos entre sesiones porque, en realidad, no tienen nadie más con quien hablar. Canción a canción y sesión a sesión, iremos conociendo su pasado, sus fantasmas y los progresos del tratamiento.
Con algunas escenas sorprendentes y otras mucho más previsibles, la historia tiene, en general, buen ritmo. En el plano musical, nos encontramos con canciones de pop electrónico y cierto aire ochentero que Lucía Torres, Adrián Rodríguez y Paula Berenguer interpretan con solvencia. La sala suena bien y, aunque la música no es en directo (cosa que dado el estilo y los instrumentos no molesta en absoluto), la mezcla es buena y las letras se entienden perfectamente.
Sobre el escenario, una escenografía original, futurista y funcional, unas interpretaciones a las que aún les falta un poco de rodaje y una puesta en escena sencilla que cumple perfectamente con su propósito, hacen de Invisibles uno de aquellos musicales ideales para desconectar e ir a pasar un buen rato. Sin complicaciones.