No estoy muerto, estoy en el Apolo

Nunca antes había visto un espectáculo de Pedro Ruíz. No creo que vuelva a ver otro. Sin embargo, soy de las que creen que no se puede opinar sin haber visto, así que, cuando recibí una amable invitación por parte del Teatro Apolo para asistir a una función de este espectáculo, no me lo pensé dos veces y decidí ver de qué iba el tema.

Mentíría si os dijera que no me sorprendió. Primera sorpresa: hay otros públicos teatrales. Y sí, qué queréis que os diga, acostumbrada a mis salas de siempre con la gente de siempre una llega a olvidarse de que en Barcelona hay otros teatros y otras personas que los pueblan. Recordar que ni el teatro ni el público son una masa uniforme y compacta es algo que deberíamos hacer todos de vez en cuando. Salir de nuestra zona de confort, es otra. Es divertido, curioso y no, no hace daño.

Pero hablemos del espectáculo. Eso también me sorprendió. Me sorprendió, por ejemplo, que una sola persona pueda sostener un espectáculo de dos horas y cuarto con la única compañía de un pianista y una escultural “escandinava” en un par de escenas. Y el espectáculo tiene ritmo, la verdad, no decae, cambia constanmente de tema y de forma para que el público (de una cierta edad, no nos engañemos) no pierda la atención.

Me sorprendió también que, a estas alturas del partido, aún se le escape la risa a alguien ante la mención de palabras y expresiones como: polla, orgasmo, maricón, tomar por culo, follar y otros sospechosos habituales. Porque, no nos engañemos, Pedro Ruíz es un provocador y un enfant terrible que conoce a la perfección a su público. Y lo tiene, y disfruta de lo lindo ante cualquier ocurrencia del showman.

El espectáculo promete hablar de la crisis, pero lo cierto es que tampoco la toca tanto. Sí, se habla de los políticos (¡hijos de puta!) pero se habla más de sexo. Sí, se habla de corrupción, pero también se habla mucho de las mujeres (como especie, así, a lo bruto). Sí, se habla del conflicto catalán y de la Iglesia pero también se imita a Lola Flores, Julio Iglesias o Raphael. En conjunto, Pedro Ruíz mata moscas a cañonazos disparando en todas direcciones y soltando todo tipo de barbaridades por la boca (lo suficientemente soeces para despertar la hilaridad de los caballeros pero sin llegar jamás a ofender a las damas) y, sí, de tanto disparar, al final, alguna acierta. Y otras falla. Pero el espectáculo debe continuar.

Y ya veis, como muestra la foto, se disfraza de Rajoy y habla con su niña (la niña de Rajoy) versión modelo escultural de 1,90 ligera de ropa. Y él dirá que es una metáfora. Y yo dejaré que vosotros saquéis vuestras conclusiones.

Después del espectáculo tuve la oportunidad de saludar a Pedro Ruíz. Cuando supo que tenía un blog me dijo: “Di lo que quieras, aunque sea malo”. Y es que como todo buen provocador él sabe que lo importante que es que hablen de uno, aunque sea bien.

[No puedo acabar esta entrada sin agradecer a todo el equipo del teatro Apolo su invitación, amabilidad y simpatía. Me hicieron sentir como en casa. Muchísimas gracias.]

No estoy muerto, estoy en el Apolo – Autor y director: Pedro Ruíz. Dirección musical: Antoni Olaf Sabater. Reparto: Pedro Ruíz y Aicha Channel Ba. Sala: Teatre Apolo. Fecha: 09/10/13. Fotografía: (c) Desi Estévez.

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