Todas las flores

Cuando voy a ver una pieza de Bàrbara Mestanza sé que voy a que me sacudan. Esto es así. Mestanza no firma nunca piezas apacibles, su arte no es plácido y no permite ser meramente observado. Como espectadora te ves empujada a reaccionar, a sentir, a participar de lo que sucede.

Todas las flores no es ni por asomo una excepción, aunque sea su pieza en solitario más narrativa, con más trama, más personajes y más historia que exponer. El contexto es apocalíptico y ligeramente extraño. Un grupo de mujeres que no encaja en la sociedad se refugia en un convento y acogen en él a otras mujeres embarazadas que van allí a dar a luz. Pero, ya lo hemos dicho, el fin del mundo se acerca inexorable y esto las obliga a mirarse y tomar decisiones.

Resulta interesante el abanico de mujeres que muestra Mestanza y cómo decide hacerlo. Cómo reivindicando la individualidad absoluta y el libre albedrío de cada una de las protagonistas, la necesidad de no parecerse entre sí ni a nadie y de no dar nada por sentado reivindica al mismo tiempo la sororidad y el innegable lazo que las une a todas en su condición de mujeres que, al intentarse adaptar a un mundo de hombres, se han perdido por el camino. No es amable el retrato, pero sí eficaz y comprensivo, más interesante que algunas utopías en las que las mujeres, en un intento por reivindicarnos, acabamos retratadas como seres de luz, cayendo en otro estereotipo perverso más.

Los maravillosos matices de todas ellas llegan de la mano de un reparto compenetrado y totalmente entregado en el que destaca una Georgina Latre perfectamente mesurada en un papel que podría caer con facilidad en la caricatura y una María Hernández llena de rabia en la que vi (o quise ver) un alter ego de la propia Mestanza. Magníficamente acompañadas por Laia Alberch, Júlia Molins, Sandra Pujol y Carla Tovias, todas ponen el cuerpo y la carne, aportando esa concepción tan carnal de la escena que encontramos indefectiblemente en las obras de Bàrbara Mestanza (Pocahontas…, La mujer más fea del mundo) en este caso con el embarazo de fondo como símbolo de la animalidad pero también del cambio, del progreso y la regresión, como acto casi mágico, casi místico, de renovación del pacto con la vida.

La puesta en escena, sobria, desnuda y elegante con una presencia constante del rojo sangre (gran trabajo de Judit Colomer (espacio), Joan Ros (vestuario) y Clara Aguilar (espacio sonoro)), centra la atención en el trabajo interpretativo y contribuye a mantener la tensión necesaria que precisa el relato.

Todas las flores es una historia de mujeres al límite, mujeres que se enfrentan al final cuando aún no han sido capaces de ubicarse en el presente, mujeres que contemplan el fin del mundo casi sin inmutarse porque llevan tanto tiempo luchando que ya da igual el enemigo. Mujeres fuertes de piel frágil, mujeres frágiles de piel fuerte, mujeres que pueden avanzar solas pero que prefieren hacerlo en grupo. Mujeres que, si hubiera que empezar de nuevo, habrían aprendido un par de cosas.

Todas las flores
Idea original, autoría y dirección: Bàrbara Mestanza. Una creación de: Laia Alberch, Judit Colomer, Bàrbara Mestanza y Carla Tovias. Reparto: Laia Alberch/Clàudia Melo, Maria Hernández, Georgina Latre, Júlia Molins, Sandra Pujol  y Carla Tovias. Dirección de movimiento y ayudantía de dirección: Carla Tovias. Diseño de espacio y luces: Judit Colomer. Diseño de vestuario: Joan Ros. Música y espacio sonoro: Clara Aguilar. Comunicación: Codea Studio y Kiwi Bravo. Producción ejecutiva: Maria G. Rovelló y Anna Castillo. Agradecimientos: Vicenç Colomer, Albert Pascual, Lukas Romero y La calòrica. Una producción de The Mamzelles con el apoyo de la Sala Beckett y del Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya
Sala: Sala Beckett. Sala de Baix. Fecha: 16/09/2020.  Fotografía: (c) Lukas Romero González.

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