No he leído nada de Boris Vian (como no me gusta repetirme, os remito al primer párrafo de mi crítica anterior para fijar los antecedentes), sin embargo, en este caso, tengo la sensación de que María Velasco ha usado al autor francés como inspiración y punto de partida, como música sobre la que escribir una nueva letra, como contexto para hacer florecer su propio texto.
Lo digo por intuición y porque La espuma de los días me pareció una propuesta tan potente como femenina, algo que una no espera en un texto de un hombre fallecido en 1959. El caso es que, sea como sea, tanto el texto como la puesta en escena de María Velasco me fascinaron desde el primer momento y me llevaron de la mano por territorios que me conmovieron, me hicieron pensar y me sacudieron.
La acción transcurre en París (aunque podría hacerlo en Barcelona) una ciudad en la que ya no se puede vivir porque todo es demasiado caro. Los protagonistas, dos parejas que acaban de conocerse, nos sumergen en sus vidas y sus tribulaciones. Todo gira en torno a tres ejes: amor, muerte y vida. Así, los personajes avanzan por este mundo como quien atraviesa un pantano de contradicciones, buscando la belleza en cada gesto, el amor en cada orgasmo y la vida en cada último latido. La diferencia entre La espuma de los días y En lo alto para siempre, es que esta no busca la redención ni alberga esperanza. En La espuma de los días María Velasco nos grita que tenemos que amar a pesar de todo, que tenemos que vivir precisamente porque un día moriremos, que la belleza existe precisamente porque existe todo aquello que no lo es. Y, será porque soy europea, pero a mí este discurso sí me resuena, el «a pesar de todo», el «precisamente por eso».
En escena, Miguel Ángel Altet, Fabián Augusto Gómez Bohórquez, Lola Jiménez y Natalie Pinot interpretan con acierto y entrega, sin falso sentimentalismo, a estas cuatro almas perdidas. Destaca sin duda el trabajo de Lola Jiménez, que me enamoró sin remedio desde sus primeras frases. Su interpretación me pareció magnífica y su trabajo de movimiento, aún más.
La espuma de los días es un viaje en busca de la felicidad sabiendo que esta es esquiva y se esconde en los detalles. Un relato de perdedores que eligen ganar, de soledades que eligen amar y de oscuridades donde se enciende una luz. Muy recomendable.